Llevo horas de terapia, en las cuales todo es sobre ti, sobre cómo extraño verte, hablarte, ver series y películas para después dormir a tu lado, cocinar contigo... inclusive solo mirarte, contar tus lunares, acariciar tu piel, respirarte y besarte. También hablamos de las cosas tristes, de las señales que hubo y no quise ver porque vamos, yo aposté todo a tu favor hace años atrás.
Sorpresivamente, después de la última sesión, me fumé tu ausencia y lloré tanto como pude, sequé mi rostro y te pensé nuevamente, pero ahora en silencio, imaginé qué estarías haciendo, y por un momento estuviste conmigo. Me levanté, y te dejé ir. Dejé de buscarte en la calle, de esperar que regresaras.
Hace 48 días desde aquel martes en que nos dimos nuestro último beso, desde que decidiste dejarnos.
Nunca voy a entender qué pasó, porque realmente nunca fuiste bueno explicando lo que pensabas o sentías. Hubo un tiempo que creí había logrado descifrarte, que podía entenderte y ver a través de ti y tú de mí. Supongo que estaba mal.
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