lunes, 21 de noviembre de 2016

Supongo que estaba mal

Todos me preguntan cómo estoy, cómo llevo los días, siempre con un tono suave, como tomando con pinzas cada palabra, como si de no hacerlo así, mi fragilidad se asomase y me rompiera en mil pedazos. El tacto dirigido hacia nuestra historia, como si fuera obvio para todos que morí cuando aquello terminó. Y creo que en cierta forma así fue, te lloré tanto como pude, mucho más de lo que hubiese querido, aún ahora, de vez en cuando me tiemblan las rodillas al escuchar que te nombran. Pero comienzo a sentirme mejor, he dejado de esperar que entres por la puerta, que llames o que escribas. He aceptado que si todo esto sucedió, fue porque para ti un futuro juntos no fue concebible. 
Llevo horas de terapia, en las cuales todo es sobre ti, sobre cómo extraño verte, hablarte, ver series y películas para después dormir a tu lado, cocinar contigo... inclusive solo mirarte, contar tus lunares, acariciar tu piel, respirarte y besarte. También hablamos de las cosas tristes, de las señales que hubo y no quise ver porque vamos, yo aposté todo a tu favor hace años atrás. 
Sorpresivamente, después de la última sesión, me fumé tu ausencia y lloré tanto como pude, sequé mi rostro y te pensé nuevamente, pero ahora en silencio, imaginé qué estarías haciendo, y por un momento estuviste conmigo. Me levanté, y te dejé ir. Dejé de buscarte en la calle, de esperar que regresaras. 
Hace 48 días desde aquel martes en que nos dimos nuestro último beso, desde que decidiste dejarnos.
Nunca voy a entender qué pasó, porque realmente nunca fuiste bueno explicando lo que pensabas o sentías. Hubo un tiempo que creí había logrado descifrarte, que podía entenderte y ver a través de ti y tú de mí. Supongo que estaba mal. 

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